Escrito por Masticadero político
El juego de la política es seductor y, al mismo tiempo, cruel. Las mieles del éxito son deliciosas pero las del fracaso y la pérdida del poder son extremadamente aciagas. Y es que en la interpretación popular, el segundo hombre más poderoso durante todo el sexenio ha dejado de serlo. Jorge Franco prueba por segunda ocasión en este sexenio el mal sabor de la marginación y la derrota.
Decía don Jesús Reyes Heroles una expresión para el recuerdo: "En política el que sube en elevador; baja en elevador". Después de un ascenso vertiginoso en menos de dos sexenios la estrella del otrora poderoso político parece caer de modo estrepitoso. ¿Será cierto?
La primera vez fue en la segunda mitad del 2006, luego de que en un intento arriesgado pero tremendamente audaz para su partido, asumió la responsabilidad de desalojar a los maestros de la plancha del Zócalo capitalino con la intención de desatar una burbuja de miedo que revirtiera el tendencial electoral positivo para la oposición que tendría que concretarse en la votación en el mes de julio de ese mismo año.
Pero la ambiciosa, aunque cuestionable jugada, no prosperó porque la sociedad oaxaqueña, cerró filas en torno del magisterio y éste mismo, por primera y última vez en su historia de luchas, decidió una abierta participación electoral que abrió más la zanja de preferencias electorales a favor de la alianza de izquierda encabezada por López Obrador y Gabino Cué. En esa ocasión Franco dejó la Secretaría General de Gobierno y entonces probó el peso de la marginación.
Pero la inteligencia, la experiencia y sobre todo la amistad con el gobernador, le permitieron revertir la situación. Primero operando subrepticiamente para la causa ulicista y después de modo más abierto, hasta convertirse en líder estatal del PRI y diputado federal. A pesar de la adversidad que le dejó el alto costo de imagen por su participación en el movimiento del 2006, Franco nunca dejó de creer que podría y que debía ser el elegido como candidato a la gubernatura.
Después de todo, al frente del PRI había demostrado que con estrategia y la estructura del partido podría sacar cualquier elección como sucedió en el 2007 y 2009. Por lo demás estaba la convicción de que él había asumido lealmente los costos negativos de toda la estrategia del partido y del gobierno, en descargo del jefe real de ambas instituciones. En cierto modo, razonaba, no podía concebirse que el gobernador se llevase todo el prestigio y su leal amigo, el peso del desprestigio y la derrota.
Pero en la política las cosas pocas veces son justas. Y ahora desde el interior del partido se mandan pesada cargas de fuego amigo. Que si el susodicho tiene pendientes con la justicia por ostentarse como profesionista sin serlo para efectos de su desempeño como Secretario general del Gobierno; que si él mismo fue a contratar los artículos en periódicos nacionales que trataban de inculpar al ejército en la desaparición de los guerrilleros eperristas, etcétera, etcétera.
Y conste que es solo el principio de la amenaza que llama a la disciplina. Sin embargo, en el caso de éste hábil jugador de la política que conoce todos los sótanos de la política estatal y que aún conserva los hilos con los que se mueven muchos de los grupos políticos al interior del partido tricolor, es difícil pensar que se estará quieto y aceptará un destino negativo. No corresponde a su perfil, una actitud de ese tipo. Veremos.
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Atte.
Editorial "Puerta del Cielo"